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vino con sandía       

Armando Zeblox
domingo, abril 24, 2005
 
vino con sandía presenta a osvaldo, el cadete
Soy cadete. Mi día ha sido muy típico. Soy cadete del Circuito KDT. Mi día ha sido el más típico de mis días. No sé por qué lo repito. Es que quizás no tenga ganas de comenzar mi día. Ser cadete no es cosa de todos los días, salvo para mí. Mi trabajo es arduo. Tengo que llevar cosas del Circuito KDT a otros lugares; en general me envían al microcentro.

Nunca sé qué es lo que llevo. Es decir, llevo sobres, pero siempre sobra la desinformación acerca de los sobres. Me expresé mal. Soy cadete, no soy guionista de telenovelas. Ser cadete me habilita a expresarme mal. Lo que quería decir recién es que jamás tengo idea de qué es lo que llevo dentro de los sobres, de cuál es el contenido de los sobres.

Quizás tienen, qué se yo, fotos porno, suponete. Ponele, qué se yo. No tengo ni la menor idea, ni la mayor idea, ni fa sostenido idea. Pero supongo que no deben ser fotos porno. Supongo. Para qué se las pasarían en sobres, si las pueden escanear y enviarlas por email, ¿no? Llegan más rápido así. Quizás envían pedofilia; no, me expresé mal: fotos porno que satisfacen al pedofílico, porque está difícil últimamente esto de utilizar internet para enviarlas. Es muy complicado ese tema. El de la paidofilia. Muy complejo.

Lo que no es complejo es lo siguiente: uso la bici para transportarme. Sí. El Circuito KDT jamás me podría dar una moto. Me hacen pedalear. Igual me gusta, me encanta, porque es limpia, super limpia, es sana, no hace ruido. El universo se siente bien, requete bien, gracias a que yo soy cadete y puedo andar en bicicleta, ¿no? Puedo andar en bicicleta y efectivamente lo hago, sí. Mis días típicos de cadete le hacen bien a la vida de los demás. No contamino a nadie.

Mi bicicleta está poco típica, sin embargo. Sí. Se ha deshabitualizado. Hace un ruido insoportable cada vez que doy una vuelta completa con el pedal. Pero nadie más lo escucha, eh.

Sin embargo, bici atípica no implica día atípico. No quiere decir eso. Como ya lo dije, mi día ha sido absolutamente, totalmente atípico; espero que algún día, por ejemplo, me roben la bicicleta, por ejemplo. Podría pedir otra y me divertiría mucho. Quizás en algún momento el Circuito KDT se quede sin bicicletas para prestarme, no sé. Ese es el límite. Hasta ahí. Ahí ya no me pueden robar más bicicletas. Si me roban pierdo yo.

El problema radica, principalmente, en que jamás me dieron una cadena, o un candado, o alguna de esas cosas que te permiten atar la bici. Es un bajón, básicamente porque de algún modo me siento incompleto, y proclive a que me roben la bici cuando haya que dejar un sobre en un edificio, suponete, por ejemplo. Me siento expuesto, y no me gusta. Pero precisamente el problema es que a mí jamás me pasó que me robaran la bicicleta, ni estando yo encima ni habiéndola dejado en alguna parte de la vereda. Quiero pedirle otra bicicleta al Circuito KDT, una que no chirríe.

Quiero ser cadete de bicicleta en Holanda, en Amsterdam. Eso quiero también. Ahí está lleno de bicis, y son todas viejas, y nadie se las roba. Nadie jamás nunca. A quién le importa una bicicleta. Y todas hacen ruido. Acá, en cambio, a todos les roban bicis, y yo siempre dejo la bici así, sin atarla, sin cadena, y la dejo con miedo, pensando que cuando vuelva me voy a quedar sin bici. Igual me dan otra bici, ya lo dije. Pero el miedo está cada vez que yo la dejo ahí reposando al sol. En Amsterdam no deben tener mucho sol, pero quizás tengan, no sé, demasiado frío, quizás te podés resbalar por el hielo, qué se yo. Quizás hasta no existan los cadetes. Todo lo deben hacer por internet, por e-mail. Salvo que tengan que llevar un paquete.

Pero los cadetes no llevan paquetes, porque no te entran en ninguna parte. Los de moto sí, porque tienen una heladerita que está buenísima, y entra bocha de cosas. Pero yo no puedo tener una moto -ya lo dije-, y además no sé usar moto. No sé manejarlas, ni tengo licencia. Y sacar el registro es un bardo, igual. El universo no está del lado de las motos, además. Yo me dejo guiar por el universo. Por eso decidí hacerme cadete y tener días típicos de cadete. Y no de guionista de telenovelas.

lunes, abril 18, 2005
 
Nuestro Papa
Vino con sandía se pone las pantys rosas y la kipá fluo para salir a mover la pelvis por el conurbano bonaerense. Y con cada movimiento pélvico hacemos un pedido a los cardenales: venimos de un Papa polaco, comunista y con nombre de mujer. Queremos -para seguir una lógica en la sucesión- que el próximo Papa sea judío. Y queremos un Papa de Once, uno bien sefaradí que incremente las riquezas de la Santa Sede vendiendo merchandising.

Sabemos, sin embargo, que tal cosa es imposible. Por lo tanto, para no quedarnos con pedidos irrealizables, apoyamos al Papa negro, lo más parecido al judío que hay.

Le decimos entonces: Adelante, Papa negro, Vino con Sandía lo apoya suavemente!



Francis Arinze, el Papa Nigeriano, rezando con su puchinbol

viernes, abril 15, 2005
 
sobre el bochornoso problema de la pedofilia
Estoy en desacuerdo, queridos lectores, con una anómala tendencia que no deja de preocuparme. Me refiero a que se la pasen arrestando pedófilos, allanando computadoras personales con imágenes de niños desnudos, etc. No sólo muchos de los integrantes del episcopado local, no solamente varios de los presidentes de los grandes países del mundo, sino que también nuestro benemérito Armando Zeblogs ha sido un famoso partícipe de las prácticas pedófilas. Me parece ridículo que esta vía de satisfacción tan transitada sufra este tipo de censuras y prohibiciones. Personalmente considero que la pedofilia -y sus múltiples formas, como por ejemplo el voyeurismo web- constituye un modo de vida para muchos y que todos aquellos que simpatizan con esta práctica no pueden ser, de un día para el otro, alejados de ella.

Por lo tanto, Vino con Sandía se compromete a acercar a nuestros lectores la mayor cantidad de fotos de niños en todas las posiciones sexuales conocidas, que muestren todos los órganos genitales que se pueda. En breve, nuestros lectores estarán sumamente agradecidos.

martes, abril 12, 2005
 
salazón de fitotuercas en el vientre angular
Heme aquí, nuevamente reverenciando al limonero azul para suplir la multiorgasmia cósmica. Casi me atrevo a repeler los montículos en terrenos sorpresivos.

En cuanto a Ud., me atiende con entereza en doblegadas reminiscencias de un astrágalo invertido, porque tiene Ud. marsupiales episcopales. Eso sí: no florecen los cables coaxiles en virutas estériles, más bien buscan un suburbio despechado. Y así coaptan mis paredes.

Me atrevo a reencontrar a mi breve Alperín Dongui, 500 páginas. El es -si se quiere- el sempiterno orín de los camélidos renegados. Rubricado en su benevolencia, gasificará mi designio con su piel de alas invisibles.

sábado, abril 09, 2005
 
un poco de historia
En 1976 empezó el calvario. Mi nombre y teléfono en la agenda de un delegado de Ford me hicieron enemigo de la Patria. Fui arrestado y durante 1 año vagué como desaparecido de un centro de detención a otro. Al fin alguien decidió que debía sentar cabeza y terminé en Sierra Chica. Allí volví a ser una persona, mi nombre seguramente aparecía en decenas de papeles y mis viejos pudieron ubicarme. Así pasaron otros dos años, y salí en 1979.

En la cárcel el tiempo pasa lento y uno se adapta. Al salir, la realidad marca otro ritmo. Libre, supe que había perdido todos los trenes.

Después de Sierra Chica todo me daba asco. Decidí huir de todo y de todos. Vendí lo poco que tenía y salí a recorrer América Latina. No me engaño: nunca me creí el Che Guevara ni pensé en liberar a nuestros pueblos oprimidos. Me cagaba en el Che, en los milicos y en los pueblos oprimidos. Absolutamente nadie se salvaba.

Recuerdo que la primera parada fue en Córdoba. Recuerdo un martes, en la capital. Unos pibes me invitan a un bar. Cuando salgo es martes, pero de la semana siguiente. Ese episodio repetido por mil es el resumen perfecto de mis seis años a la deriva por el país (América Latina terminó siendo demasiado grande para mis aspiraciones).

Las aspiraciones de merca, por supuesto. Con la llegada de la democracia las fronteras eran coladores y la podías comprar hasta en los kioskos. En poco tiempo me enganché.

Así logré una rutina, una especie de trabajo que era conseguir la droga. Vendí, trasladé. Siempre con un perfil bajo, por supuesto. En ese negocio los lujos siempre traen problemas. En fin, hice cualquier cosa para asegurarme el suministro de mi querida compañera de viaje. Hasta que llegó el verano de 1985.

Ese verano empezó la sequía. Los dealers no tenían o tenían muy poco. El precio era altísimo, y la calidad pésima. Por supuesto que un buen dealer siempre te da otras opciones. Pero la merca es la merca. Llegó un día en que me cansé de tomar anfetaminas o esa mezcla de jabón en polvo y veneno para ratas que llamaban cocaína. Decidí entonces volver a Buenos Aires. Si Dios atiende en Capital, también debería vender frula en Capital.

En los ranchos de la villa retomé mi trabajo, como en los viejos tiempos. Lo conocí a Zeblox y con él fuimos armando una banda. Zeblox era un administrador brillante. Si lo que hacíamos hubiese sido legal, Zeblox hoy sería un reconocido empresario. Y lo más importante es que el éxito de la empresa no se basaba en la tacañería. Para nada. Zeblox es de una de esas pocas personas que nunca tiene problemas en convidarla.

Cometimos un solo error: nos iba bien y nos olvidamos del perfil bajo. Terminamos presos pero yo pude zafar y estuve unos pocos meses. Y zafé doblemente, porque pude dejar la cocaína. Pero esa es la parte más aburrida de la historia.

Cada tanto lo veo a Zeblox. Ahora aprovecha su talento en el comercio, pero en tareas menos ilegales. Un par de veces le pedí que leyera el blog. No se si lo hizo. Nunca me hizo comentario alguno. Sospecho que no le gusta mucho la foto con su nombre ni los textos apócrifos sobre sus hazañas. También sospecho que los blogs le parecen pelotudeces para perder el tiempo.