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vino con sandía       

Armando Zeblox
domingo, septiembre 30, 2007
 
Violencia
Ayer me di el gusto de golpear a un lector de Vino con Sandía. Era una de esas ratas que hacen chirriar sus dientes y en el sonido agudo que producen puede adivinarse un "amo tu arte, arte, arte".

El lector estaba parado en la puerta de un local bailable clase C en el barrio de Palermo. Yo me encontraba adentro del local y asqueado por el exceso de gente en su interior, decidí salir. Allí lo vi, mascando chicles, susurrando frases obscenas y acariciando a un tacho de basura.

Apenas comenzó la golpiza el debil lector cayó al suelo, donde no dudé en propinarle patadas de puntín y de rabona. Cuando el lastimado lector dejó de moverse, le abracé. Tomé una toallas femeninas y las humedecí con agua del Meditarraneo. Le lamí las heridas y le hice el amor.

La moraleja es que si tienes el gusto mal configurado y aprecias VCS, no vayas por Palermo porque los pibes somos picantes, mucho más que los de Granbourg y que los de Mataderos, corré Chicago puto te quemamos la bandera.

jueves, septiembre 27, 2007
 
Por qué desapareció Vino con Sandía?
En el fondo de la casa, ahí donde guardan las cortadora de cesped, hay una pequeña caja color marrón. Adentro de la caja está la llave que abre el departamento 307 de un edificio torre nuevo de Palermo. En la cocina de ese departamento hay un reloj que no marca la hora.

Son las 7:15 pm y el desayuno (un te y dos medialunas) está sobre la mesada de esa cocina. El departamento está vacío, es decir, libre de seres humanos.

En el pequeño balcón que da a la calle Charcas Rubén de 21 años se ríe mientras yo estaciono mi auto al ver como pego contra el cordón y la goma se desinfla.

Estoy seguro de que el edificio es idéntico a otro en Catalinas Sur, deptos de 40.000 pesos, deptos en los que nunca estuve y me esfuerzo por recordar.

Trato de recordar a Zeblox y a Vladimir Mir, sus facciones, las calles oscuras donde sentados en el cordón de la vereda hablábamos durante horas. Recuerdo el calor de su abrazo, sus palabras lentas y dulces, su eterna calma. Lo que yo sentí en esas horas fue el amor paternal, el amor sensible de un gran hombre.

Trato de recordar a Vino con Sandía y recuerdo una noche allá en Tilcara, con los amigos ocasionales que el destino me deparó aquella vez. Recuerdo los diálogos que surcaban el cielo del pueblo sobre esa calle en bajada y que se materializaban. Nosotros ya no eramos nosotros, eramos nuestras palabras, eramos el cielo, el aire tilcareño.

Te dije mirándote a los ojos si podías aceptar mi propuesta y dijiste que sí. Mi reloj pulsera ya no marcaba la hora y la mancha luminosa en la periferia de mi campo visual fue un intruso entre nosotros. Eran los 8:15, de la noche o de la mañana y no estaba seguro de si estaba lloviendo.

Vino con Sandía desapareció para mi porque me volví idiota. Me doy asco. Soy snob, soy de celofán, estudio diseño gráfico, digo vintage, voy a ver cuanta película salga de David Lynch y no me pierdo ningún festival independiente. Escucho bandas underground que escuchan millones de marginados iluminados, quiero vivir en Palermo y salir por el mundo a vender artesanías. Amo a Europa.

Escribo basura como la de arriba y no puedo escribir basura como la de antes.

No me lean, soy Giordanno.

sábado, septiembre 15, 2007
 
tres actos
Primer acto:
Cena de Rosh Hashaná.
Segundo acto:
Judío gay A toma vino en la cena de Rosh Hashaná. 
Tercer acto:
Judío gay B come sandía en la cena de Rosh Hashaná.
¿Cómo se llama la obra?
Dos judíos gay mueren en año nuevo infectados porque vino con sandía te morís y la comunidad sale a protestar a las calles al grito de A+BA.

 
homenaje a las víctimas
Porque debemos recordar que, el día de Cromañón, minutos antes del suceso lamentable, un hombre llamado Walter, de 23 años, habiendo comido sandía en su casa para mitigar el calor de aquel funesto diciembre, tomó un vaso de vino antes de que comenzara a tocar Callejeros. Y nadie nunca le dijo que vino con sandía te morís. Y lamentablemente se murió. 
Homenajeamos a las víctimas de Cromañón, excluido Walter, que era un boludo.