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vino con sandía       

Armando Zeblox
sábado, enero 31, 2009
 
Fuego
Toco a la mujer de los cabellos revoltosos y en cada curva parece haber otra curva y otra vuelta y otro rulo, como un espiral dibujado donde no puedo enfocar bien el centro. La mujer ríe y río y no entiendo bien por qué, como del azar surge el pandemonium y esta sonrisa y la suspensión del tiempo.

Escribirlo, tratar de atrapar con palabras y letras esas sensaciones es la tarea más inútil del mundo.

Bien podría escribir:

"Regtambélico soporífero de la cumbre alada en el cielo del millar de acondicionadores de pelos anatómicos, entrégame rascacielos salvajes y amaestrados y zoológicos embebidos en parafina. Casi siempre el mimbre es amigo de tus amigos y la soja sabe más de melocotones que el propio respiro posterior. Muéstrame las cajitas plastificadas de la tortuga donde montan las llanuras de cristal."

Y valdría lo mismo o más para describirnos que toda la parafernalia analítica del universo. Las palabras y las sensaciones están hechas de materiales distintos y no hay diccionario para traducirlas. Las palabras son una mierda, son ambiguas y bastante putas. A las palabras les falta el colorido que tiene el fuego que sale de adentro, el juego de rojos, azules y amarillos que se retuercen, multiplican y se tapan unos a otros con ímpetu.

Mejor es callarse la boca y apreciar el espectáculo del fuego.