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vino con sandía       

Armando Zeblox
lunes, agosto 21, 2006
 
las cosas que me pasaron desde la última vez que hablamos
Estaba buscando una respuesta entre tus sábanas metalizadas y tus pechos de titanio, chica del espacio. Envuelta en celofán me mirabas desafiante. Eras consciente de mi delirio y querías que lo compartiera con vos. Me dejaste entrar en tu universo porque creiste que en algún punto el delirio se me agotaría y mi pasión le dejaría lugar a la solemnidad. Así me terminarías convenciendo en comprar una casa, un auto, casarnos y tener hijitos.

Lo cierto es que nada de eso ocurrió. Buscaba una respuesta entre tus sábanas metalizadas y en tus pechos de titanio, pero no la obtuve.

Jerusalén fue el concepto, no la palabra, que sentía en mi cabeza mientras me escapaba de vos. Llegué a casa y en el baño meé toda la cerveza que habíamos tomado vos y yo. Sobre el final de la meada el chorro se volvía más denso y yo debía hacer más fuerza. Algo estaba obstruyendo. Hice más fuerza y por mi uretra asomó un pequeño misil Katyusha de 3 metros de longitud y media tonelada de peso. Después otro y otro más.

Guardé los tres katyusha porque intuí (con razón) que me servirían a la semana siguiente como credencial para participar de la Quinta Conferencia Empresarial en La Iglesia Universal del Reino de Dios.

En el programa que un morocho me entregó en mano al ingresar a la Iglesia anunciaban un exorcismo sorpresa. Alguien del público sería exorcisado, sin su conocimiento. Es obvio, señor lector, que esa persona sería yo, porque este relato no tiene otros personajes. (En este relato hablo solo de mi. Yo mismo soy el morocho que me entregó en mano el programa. Yo mismo soy la chica espacial).

Lo cierto es que allí, frente a cientos de personas clamando porque el diablo saliera de mi cuerpo, fui feliz. Sentí el placer de miles de ojos sobre mi, de estar multiplicando la imagen de mi mismo en miles de retinas. Pero el exorcismo duró poco. El Diablo se me fue del cuerpo y no volvió.

Le escribí cartas, pero nada. Le mandé mails y mensajitos al celular. Escribí grafittis en las paredes de las casas: "Volvé, Yolanda, que te amo" (Debe saber Usted que el diablo se llama Yolanda, limpia vidrios y cuida coches por la zona del Cid Campeador). Yolanda no volvió más. O sí volvió, pero cuando volvió yo ya no la quería.

Todo esto me pasó entre el 1ro de junio y el 21 de agosto de este año. No hay otro relato posible que la autobiografía. No existe tal cosa llamada imaginación.

Me llamo Ernesto Valentino, tengo una gomería con 3 empleados en relación de dependencia y un perro adicto a la mermelada. Mi madre prefiere que fume crack a que sea religioso. No le tengo miedo a los espacios abiertos. Buenas noches.

martes, agosto 08, 2006
 
pendejadas
Y sí, bueno, tenía que ser. Finalmente, me comí un pibe. Y no sólo eso: tuvimos sexo un buen rato.
Ahora pienso en toda la boludez del trauma sexual infantil, la condena moral, qué se yo. No está bueno levantarse todas las mañanas y sentirse un perverso, pero es lo que hay, ¿no? A la final, yo me divertí, y el pibe me dijo que también. Siempre los chicos curiosean con las partes sexuales de los grandes, y bueno... A este pibe le saqué todas sus curiosidades de encima. Ahora puede decir sin temor a equivocarse "me importa un pito", "agarrame ésta", "metete un palo en el orto" y otros tantos insultos cotidianos. Yo creo que fue una experiencia buena tanto para él como para mí.
Ahora no es lo mismo, sin embargo, cuando veo a mis hijos. A ver, voy a intentar explicarlo.
Suponete que debutás sexualmente con tu vecinita. Bueno, hasta ahí todo bien. Pero ahora que viste lo que podés hacer con una mujer, que te la podés garchar hasta el fondo, ya empezás a ver de otra manera a tu hermana y a tu madre. No es que querés tener incesto, obvio. Pero es como si te interesara imaginártelas garchando. Bueno, a mí me ha pasado eso.
Y con un pibe es lo mismo, no hay tanta diferencia. El tema es que está más prohibido, ¿no? Qué se yo, supongo que en un par de años ya no te van a mirar tan mal si te querés mover a la vecinita de enfrente. O sea, la hijita de la vecina de enfrente, la que te tira onda con su chupeteo rítmico. Hay que esperar. Siempre las prácticas sexuales se anticipan un poquito a lo que se debe hacer, a lo que la sociedad nos dice que hagamos. Y está bien que sea así, porque si el sexo no estuviera ligado a la prohibición, sería medio aburrido. Así que bueno, yo me divertí. Total, yo sé perfectamente cómo cambiar los pañales o como satisfacer a un pibe después de haberlo satisfecho sexualmente. El zoológico es un lugar bárbaro para ir después, si tenés tiempo. Y si no, un videojuegos, para que bailen un rato con el jueguito ese en el que tienen que pisar las partes que se iluminan. Pasa que el videojuegos es un poco más erótico ya para uno, porque está lleno de pendejos que gritan, saltan, corren, es como un jardín de infantes, ¿no? Me excita cada vez más ese tipo de cosas. Y bueno, qué le voy a hacer, ¿no? Cada loco con sus locuras, dicen.

lunes, agosto 07, 2006
 
Este blog es una mierda.
Sí. En algún momento alguien lo tenía que decir. Qué se yo, paren un poco, no me miren con esa cara. Yo vengo con la mejor, pero antes, como dice mi psicólogo tántrico, hay que poder aceptar el problema. O sea, ustedes saben que aca lo único que se escriben son pelotudeces, claro. Nunca un "israel arde en llamas"; "viajemos a salvar nuestra tierra". No, claro. Ahora, justo ahora, que se armó la podrida, que saltó el firulete en telaviv, se le ocurre desaparecer casualmente al pelirrojo de Bondiola y a mi hijo el dotor, Broide. Qué telaviv ni telaviv, yo te la ví venir loco, acá hay matufia.Claro, cómo no percatarse si fue tan sutil! Casi sin quererlo, en los últimos meses los dos moishes no dan rastros de vida. No, no se están metiendo piedras magnéticas en el culo! Están contando los billetes que algunas embajadas repartieron para que este blog no denunciara lo que está pasando en el kibutz que nos vio nacer. Claro, así cualquiera. Y esta escenita de pendeja histérica no la hago porque a mí no me haya llegado el sobre. Esperar, esperé. Pero más allá de los verdes, acá la pasta es otra: Bondio y Broide están pasados de merca y hay que hacer algo.
La dejo picando, a ver quién cabecea.