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vino con sandía       

Armando Zeblox
jueves, mayo 26, 2005
 
sobre la blogpelota
Vino con Sandía se puso el traje de novia y comenzó a reflexionar sobre la naturaleza del blog. O quizás sobre la antinaturaleza. ¿Saben quién inventó el blog? Nosotros no lo sabemos, pero estamos absolutamente seguros de que no fue ni Armando Zeblogs, ni Armando Zeblox ni Natasha Oreo. Más bien suponemos que el blog fue creado por alguien mucho más bajo, mucho menos astuto. Son cosas que dan para pensar.

Lo que sí es claro es que el blogoesférico es medio imperfecto. A nosotros nos resulta más parecido a un cubo. Blogocubo, debería ser, quizá. Es horrible el término, pero quizás encaja un poco más con su naturaleza o antinaturaleza. Toda esfera es perfecta, y la blogosphère (o blogsphere) no lo es en absoluto. Hace agua por todos lados.

Hablaríamos durante horas de este fenómeno social repugnante. Lo que es bien claro es que alguien lo creó, y ese alguien no es perfecto. La blogósfera no es creación de Dios. Eso es clarísimo (1). Más claro que el agua es lo siguiente: un ser imperfecto no pudo haber creado la blogoesfera, porque un ser imperfecto no puede crear cosas imperfectas. ¿Por qué? Porque lo creado nunca puede contener su causa (2).

Podemos decir entonces que la bloguesfera es la creación imperfecta de un ser que no sería ni perfecto ni imperfecto. Entre perfecto e imperfecto hay una gran distancia. Propondremos finalmente que la blogsfera es el invento imperfecto de un ser que no es ni muy muy ni tan tan perfecto. Y si los lectores no están de acuerdo, no nos importa demasiado.


(1) La creación de Dios es limitada. Dios no crea cualquier cosa. Dios ha dejado muchas cosas sin crear para que los hombres puedan crearlas. La salsa golf no es creación de Dios. La mayonesa de ave no es un invento de Dios.

(2) Y si no, pregúntenle a Luis Majul o a Omar Chabán.

sábado, mayo 14, 2005
 
fábula del gallo Miguel, el conejo Eduardo, el caballo Horacio y la hormiga Raquel
El gallo Miguel estaba buscando desesperadamente a su amigo el conejo Eduardo, porque le tenía que contar una novedad: se había roto el balde de agua, porque se había congelado y resquebrajado con el gran descenso de la temperatura del día anterior.
Pero el conejo Eduardo no aparecía. El gallo Miguel estaba preocupado, porque el conejo Eduardo no aparecía por ningún lado.
"Me pregunto dónde estará el conejo Eduardo", se dijo a sí mismo el gallo Miguel. "Tengo que contarle que se rompió el balde", se dijo a sí mismo el gallo Miguel.
El gallo Miguel buscaba por toda la granja. Se metió en el granero, se subió al tractor, miró debajo de las camas de la casa, pero nada.
"No encuentro al conejo Eduardo", se dijo a sí mismo el gallo Miguel.
El gallo Miguel caminaba por el establo cuando el caballo Horacio le preguntó:
-¿Qué te pasa, gallo Miguel? Te veo muy preocupado.
-¡Ay, caballo Horacio, si supieras lo que me pasó! -le contestó el gallo Miguel.
-¡Pero contame, gallo Miguel, contame lo que te pasó!
El gallo Miguel le contestó que se le había roto el balde de agua porque se había congelado por el descenso de la temperatura del día anterior y que se lo quería contar al conejo Eduardo pero no lo encontraba y estaba muy preocupado.
"¡Oh, por Dios!", le contestó el caballo Horacio, que creía en Dios. "¡Debemos encontrar al conejo Eduardo! ¡Espero que esté bien, el descenso de temperatura de ayer fue muy brusco y peligroso!"
El gallo Miguel estaba más preocupado todavía. El caballo Horacio no lo había ayudado a tranquilizarse, sino que lo alteró mucho más. El gallo Miguel no sabía qué hacer para encontrar el paradero del conejo Eduardo.
El caballo Horacio estaba preocupado también. "¡Oh, Dios, Dios y la Virgen! ¡Estoy tan preocupado!", decía el caballo Horacio. "¡Oh, Dios!, ¿y si acaso le hubiera sucedido algo malo?
El gallo Miguel le dijo al caballo Horacio que se tranquilizara. "Tranquilizate, caballo Horacio, ya encontraremos al conejo Eduardo. Es mejor salir a buscarlo."
Salieron entonces el gallo Miguel y el caballo Horacio a buscar al conejo Eduardo, y buscaron por todas partes: en los pozos que había en la tierra, el caballo Horacio metía el hocico para olfatear si estaba el conejo Eduardo. Pero no aparecía. El gallo Miguel se metía en los tachos de basura para ver si no andaría el conejo Eduardo por allí. Pero no aparecía tampoco.
Finalmente, se cruzaron con la hormiga Raquel, que era la astróloga, curandera, bruja, futuróloga, sexóloga, previsora financiera, analista de sistemas y psicoanalista de la granja.
El caballo Horacio la saludó.
-¡Hola, hormiga Raquel!
La hormiga Raquel lo vio preocupado al caballo Horacio, y le preguntó lo siguiente:
-¿Qué te pasa, caballo Horacio, que te veo tan preocupado? ¿Qué sucede?
-¡Oh, Dios, oh, Dios! -dijo el caballo Horacio, desesperado.
El gallo Miguel contestó por él. Le dijo que se había roto el balde de agua por el descenso térmico del día anterior, que los descensos térmicos bruscos tienen ese efecto, es decir que rompen los baldes de agua porque se congela el agua y se resquebraja el balde cuando tiene hielo porque el hielo ocupa un volumen mayor que el agua, y este balde era de plástico y por eso se rompió, y que le quería contar todo eso al conejo Eduardo, pero no lo encontraba, entonces lo buscó y se encontró con el caballo Horacio, que se preocupó también porque los descensos térmicos son peligrosos y quizás le había pasado algo al conejo Eduardo.
La hormiga Raquel escuchó atentamente todo lo que el gallo Miguel le dijo, y le contestó:
-Gallo Miguel, debes preocuparte. El conejo Eduardo no soportó la bajísima temperatura y lamentablemente falleció. El conejo Eduardo no existe más, se enfermó, se fue. Acá tenés una carilina.
El gallo Miguel rompió en llanto, e inmediatamente el caballo Horacio se puso a llorar también. El gallo Miguel se sonó los mocos con la carilina que le había dado la hormiga Raquel. El caballo Horacio gritaba desconsoladamente: "¡Oh, Dios, oh, Dios! ¡Dios y la Virgen! ¡Se murió el conejo Eduardo!"
En ese momento el gallo Miguel, el caballo Horacio y la hormiga Raquel vieron a un conejo acercándose a lo lejos, más allá del alambrado de la granja. Era el conejo Eduardo, que estaba vivo.
-¡Conejo Eduardo, estás vivo! -gritó el gallo Miguel.
-¡Oh Dios! Te creíamos muerto! -exclamó el caballo Horacio.
-¡Es inexplicable! ¡Mejor me voy! -anunció la hormiga Raquel.
El gallo Miguel se enojó profundamente con la hormiga Raquel, porque era mentirosa y había dado información falsa. Entonces, el gallo Miguel saludó al conejo Eduardo, lo abrazó cariñosamente y después se comió a la hormiga Raquel por mentirosa.
Y el gallo Miguel, el caballo Horacio y el conejo Eduardo se fueron a pasear por ahí, charlando acerca del balde que se había roto, el descenso de la temperatura y los distintos estados del agua, el sólido, el líquido y el gaseoso.

La moraleja de esta fábula es que no hay que creerle a las hormigas astrólogas, curanderas, brujas, futurólogas, sexólogas, previsoras financieras, analistas de sistemas y psicoanalistas de las granjas, porque mienten.

viernes, mayo 06, 2005
 
vino con sandía sometido al albedrío, el antojo y/o el capricho de los lectores
Argentinos, norteamericanos, españoles, mexicanos, uruguayos, peruanos, chilenos, colombianos, japoneses, panameños: ustedes saben lo que quieren hacer. Ustedes tienen idea, y saben que dicen lo que quieren decir. Sigan así. El mundo está en sus manos. Nosotros también.